
Uno de mis días favoritos de la semana es el sábado y no precisamente por lo que muchos pensarían “día de descanso, reuniones y/o celebraciones”, sino porque es el día en el que más energía siento al realizar cualquier tarea, en el que más me rinden las actividades por hacer y en el que más ocupaciones tengo.
Cualquiera temería o sentiría cierta aversión a su día más ocupado, pero la razón principal por la que es mi día favorito es sencilla: comparto parte de mi tiempo con un grupo maravilloso de niños, a quienes por cariño les llamo “mis terremoticos”, pues precisamente eso es lo que hacen cada semana, sacuden mí vida, la mueven mucho más que cualquier otra persona y me siento orgullosa de decir que son mis principales maestros.
Parece increíble, pero, aunque se requiere de mucha concentración, energía y esfuerzo para estar con un grupo de niños, al final, lejos de sentirme cansada, siento una recarga completa en mí, que me permite rendir mucho más en mis tareas.
Teniendo en cuenta mi experiencia con los niños cabe que nos preguntemos lo siguiente:
¿Qué hacen ellos que no hagamos nosotros? ¿Por qué, aunque estoy más ocupada, estoy más descansada? ¿Cómo vive un niño, para lograr rendir más y hacer que otro rinda más?
En resumen: ¿Cuál es el secreto de los niños?
De antemano aclaro, no pretendo responder al 100% éstas preguntas, de hecho, me encuentro en proceso de descubrirlas, a continuación, daré algunas respuestas a la luz de una historia:
Una noche, Nicodemo, una persona de mucha influencia y poder en su época, se escabulle entre la oscuridad y lo secreto para llegar hasta Jesús y lograr encontrar respuesta a varias dudas que lo inquietaban…
- Antes de seguir le pregunto, ¿por qué cree que Nicodemo no quiere que le vean?
Podría ser miedo, inseguridad, desconfianza, vergüenza, cualquiera que sea la sensación, habla de una atadura que tiene Nicodemo, atadura lo bastante ajustada como para impedirle tomar una decisión diferente y prefiere visitar a Jesús de noche, a escondidas, sin sensación de libertad alguna, pues parece que no puede reconocer públicamente lo mucho que le cree a Jesús, quien, por cierto, no era muy protagonista en su época y muchos le perseguían para ajusticiarlo por sus palabras.
Aquí es donde las palabras de Jesús toman fuerza y después que Nicodemo lanza sus inquietudes, Jesús le responde: Tienes que nacer de nuevo.
Nacer de nuevo implica QUITARSE prejuicios, miedos, falsas interpretaciones, supuestos que nos inmovilizan, asumir y esperar que el otro actúe de cierto modo, etc. Muy parecido a cuando éramos niños, es por eso que, en otro momento, Jesús dice a un grupo de personas: Tienen que ser como niños.
Muchos vemos a los niños como soñadores, sin embargo, al interactuar con ellos, se puede percibir la autenticidad en sus pensamientos y emociones, la congruencia entre lo que sienten, piensan, dicen y ACTUAN.
“Sólo se volverá clara tu visión cuando puedas mirar a tu propio corazón. Porque quien mira hacia afuera sueña, y quien mira hacia adentro despierta” Carl Jung
A veces nos parecemos a Nicodemo, huimos de nuestra verdad, de lo que realmente queremos, pensamos y sentimos, NO ACTUAMOS y nos quedamos en el mundo de los sueños y/o las ideas; queremos lograr algo y ni siquiera damos el primer paso, y quizá muchos vivan lo que yo los primeros días de enero, planeando de nuevo y diciéndome a mí misma “Ahora sí…”.
A veces permitimos y ayudamos a que muchas ataduras en nosotros se ajusten más, cómo le pasó a Nicodemo, nos sentimos cada vez más limitados para expresarnos con otros y vamos creando un gran abismo entre lo que vivimos y lo que queremos vivir.
En ese orden de ideas, el secreto de los niños es ese, están siempre despiertos, porque como dice Jung, miran hacia adentro, a su propio corazón, se preguntan todo el tiempo qué es lo que quieren y ACTUAN para lograrlo, no se dan el espacio para soñar, porque todo lo hacen realidad, no importa la metodología que usen, ya sea jugando, dibujando, estudiando, etc, ¡buscan hacer realidad sus sueños!